dimecres, 22 d’abril del 2020

Abrumadora sorpresa.

Foto paraguas cuatro gotas

 Tras un llamativo paraguas estampado de mariposas caminaban al unísono un grupo de personas hacia la Sagrada Familia. Desde mi perspectiva solo alcanzaba ver las gorras que protegían sus cabezas. Todo era perfecto aquel día de primavera cercana ya al verano. El sol doraba los perfiles de la inmensa catedral y la dotaba de un resplandor misterioso y bello. Gradualmente iba llegando más gente, se repetía la misma rutina de cada día. Aquel barrio se había transformado en un núcleo turístico de primer orden. De pronto, toda aquella paz se convirtió en algo espeluznante y extraño, el grupo de las gorras desapareció de mi vista, me faltaba el aliento y un vómito inminente que no podía expulsar me ahogaba sin compasión. A través de una bruma humana sobrecogedora y sonido de sirenas vi un espectáculo dantesco sin poder hacer nada para ayudar. Cuando desperté me encontraba en un hospital conectado a tres aparatos, ¿dónde estoy? En el Clínico, ha sufrido un infarto de miocardio.
  La tarde avanzaba lenta y aburrida, apreté el botón del mando de la tele: «El conductor de un autobús urbano ha sufrido un infarto de miocardio mientras conducía y se ha precipitado en la confluencia de las calles que rodean la Sagrada Familia. Un grupo de treinta turistas japoneses ha resultado gravemente herido, de los cuales siete han fallecido».
¡Dios mío!


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